jueves, 21 de septiembre de 2017

Reflexiones sobre la democracia



 Es una forma extraña de empezar una publicación, bueno no extraña pero no frecuente... pero ¿debería haber empezado de una forma normal?¿lo más habitual? posiblemente da lo mismo, pero es una forma de introducir al tema que hoy empezaré, el poder del pueblo en un gobierno democrático. O quizás mejor dicho, una república representativa.

 Desde que era joven siempre he tenido bastante pasión por la gestión, el orden, el diseño, las responsabilidades. Recuerdo como algo que no consigo olvidar de niño, un día en el campo junto al corral, estar excavando el suelo con algún tipo de herramienta o juguete lo que sino recuerdo bien una red de canales que protegía un pequeño poblado levantado en barro, de una posible inundación que podría sobrevenir en algún momento dado, pues recuerdo vagamente el disfrutar de cuando jugaba bajo la lluvia en parvulario y creo que la idea empezó por ahí. El diseño era bueno, se trataba de una red cuadricular, no había pendientes ni desniveles, tenía que probarlo, así que fui a buscar agua y creo que cogí la del bebedero del perro de mi abuelo, era lo más cercano. Lo llevé y funcionó, el agua fluyó y se repartió por toda la canalización.

 A medida que crecía había un extraño sentido sobre la gobernabilidad de una nación que me embargaba, creía en una especie de utopía, un gobierno perfecto donde todo se hacía bien y lo poco o nada que era consciente de la situación política de donde vivía me parecía que podía mejorar. Sin quererlo en conversaciones largas y tendidas junto con familiares, me salía una vena con tintes de la política izquierdista, socialista y totalitarista. Era bastante radical, aunque he sido muy radical desde mucho tiempo hasta no hace poco. Al final con el tiempo, me he dado cuenta que no me veo representado con la política, ni con la derecha, ni con la de la izquierda, ni con la del centro. Los partidos políticos tal como se conocen, son solamente una cuadra de inútiles a mi parecer y a la de muchos. En ellos hay personas que buscan acaparar públicamente todas las miradas, porque en el fondo lo necesitan, de esa forma pueden influir y eso beneficia al partido. Los partidos políticos son como negocios y así mirando son un negocio, sin hablar de prebendas. Gobierno tras gobierno, en mis muchos años de vida, no he visto otra cosa que la práctica de la desacreditación, corrupción, hipocresía, demagogia de las personas que trabajan en esos partidos y encima lo televisan, como para dar a entender de que trabajan muy duro. Lo más extraño, es que los más mediocres o que peor trabajan son los que ganan las elecciones y ahí me está costando mucho pensar que el ser humano sea tan estúpido y sinceramente, me niego a reconocerlo pues reconocerlo es reconocer que grandes ilustres artistas, intelectuales, pensadores, filósofos, científicos y una serie de personas con buena reputación lo sean y no estoy dispuesto... lo que me lleva a pensar que los gobiernos hacen trampa.

 La perpetuación de la especie es algo muy fuerte que el ser humano no puede controlar, de ahí el ansia de extenderse, de crecer, perpetuarse él y sus descendientes. La inteligencia se convierte en astucia, no es sabiduría. Crea cosas para dominar y en el afán de dominar crea sistemas de gobierno que le permitan gestionar los recursos, que a su vez le ayudarán a perpetuarse.

 Quizás a todo esto después de ver el vídeo en la entrada de esta publicación, la esperanza se encuentre en resucitar las asambleas ciudadanas... pero y espero que me perdonen los patriotas y románticos imperialistas, dividir la nación en muchísimas asambleas para una gestión eficaz, pues es sabido que un problema puede tener distinta valoración en distintas partes de una nación. A una región le puede preocupar el desempleo y a otra con menos desempleo la vivienda, por ejemplo. Si, se pueden hacer las cosas de distinta forma, pero el modelo de asamblea o de democracia a la griega, no permite erigir una casta y ese es el problema, pues después de muchos años de república representativa resulta que la casta nacida de ella nunca lo permitiría, ni los fanáticos imperialistas. Sigamos entonces pues soñando que alguna vez nuestro voto valdrá para algo... los que crean en una democracia, yo por mi parte, dejaré de votar a partir de hoy... sinceramente prefiero perder el tiempo jugando o viviendo con los ojos vendados.